Estos últimos días hemos recibido un goteo de noticias que nos llevan a pensar en que en la actualidad, y cada vez para más personas, las redes sociales y el mundo de la televisión tienen un valor de realidad determinante, muy por encima de la realidad real:
Una joven se suicida tras preguntar en Instagram si debía de vivir o morir
Un concursante de un exitoso reality basado en la confrontación agresiva a los participantes se suicida después de ser humillado en el programa
Una iniciativa en Change.org reúne 1 millón de firmas para que ser grabe de nuevo la octava temporada de Juego de Tronos porque a los seguidores no les gusta como se está desarrollando el desenlace de la serie.

Ejemplos de cómo la desorientación, la indiferencia por la propia vida, la despersonalización, la adicción a lo morboso y la sensación de omnipotencia se extienden y suplantan el valor de realidad. Imposible no recordar que la pulsión desligada es mortífera

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